Good bye Lenin
Diego Alberto Navarro Trujillo, militante de Izquierda Universitaria - PUCP
Las izquierdas de Perú, que no tiene una significancia política desde la autodestrucción de la Izquierda Unida (IU) en los ochenta, vienen iniciando un proceso interesante que ya no sólo se trata de generar alianzas electorales como el Frente Amplio (FA), sino de replantear las dinámicas de trabajo. Puntualmente, democratizarlas zanjando con el centralismo democrático leninista y la típica bajada de línea con la que militaron y activaron toda la generación del 68 (VR, PCR, MIR y la infinidad de variantes de PCP). Esta metodología de trabajo, que al igual que la lectura de la realidad, había sido importada y poco o nada pensada para la sociedad peruana funcionó en su época porque el espacio político para el caudillismo y autoritarismo de los aspirantes a Lenin de la época aún tenían cabida en la sociedad. Sin embargo, con la democratización de la sociedad a la que esa misma generación contribuyó esa manera de hacer política fue perdiendo piso. Pero al igual que no supieron leer la realidad, no supieron pensar en otra dinámica de trabajo que se adaptará al cambio. Quizás lo pensaron como innecesario porque se trataba de la democracia burguesa que se acabaría con la destrucción de ese Estado y la imposición de la dictadura del proletariado. Quizás les resultaba conveniente a sus intereses seguir con esa dinámica que ya estaba más tiesa que su creador.
En los últimos años, ya sin tanta perorata de jerga marxista de por medio, se ha pensado que con el cambio de algunas caras para las listas electorales y con la inclusión de cuotas de género en las directivas se estaba logrando un cambio, pero no pues. Porque las prácticas poco democráticas seguían en pie y ciertas negociaciones cuestionables para la elaboración de esas listas demostraban que el “qué hacer” tenía que ir más allá de eso. Ambos defectos que no se cambian sólo por cambiar al sujeto que ejerce el poder. Esto sin duda nos estaba empujando a que se repita el mismo desencanto que hubo en los 60’s en gran parte de la militancia y con esto no me refiero a los conversos, sino a los que optaron por cambiar la realidad desde otros espacios. La gran entrada y salida de los partidos de la vieja guardia –los PCP’s, FS, PS, CxC, etc.-, el surgimiento de nuevas organizaciones con proyección nacional y la falta de solidificación de las estructuras de democracia interna y del funcionamiento orgánico de esas viejas carpas nos daban una seña de eso.
Pero otras dinámicas surgieron en paralelo a esas anquilosadas y poco eficientes dinámicas del siglo pasado que permitía un acercamiento con los nuevos movimientos sociales –el feminismo, el ecologismo, el decolonialismo y ahora el resurgido movimiento juvenil que combatió y salió victorioso de la intentona neoliberal de la ley pulpín- y sobre todo una relación más llana que jerárquica con los ejes de trabajo y la distribución de los roles y poderes entre todos. Estas son dinámicas que aún no se han consolidado en todas las izquierdas pero que poco a poco se están haciendo un espacio en las secciones juveniles de la izquierda como se ha dado en Izquierda Universitaria PUCP y ahora en la Juventud del Partido Socialista. Sin duda no son perfectas y que con el tiempo necesitará que se ajusten a los cambios, pero lo bueno es que es algo que desde ya tenemos claro.
Lo bueno es que las izquierdas peruanas viven un proceso de renovación y de reconstrucción que puede irse ampliando, para forjar algo nuevo y poco a poco nos permita recuperar la esperanza en la política despidiéndonos de los Lenin's y forjando una izquierda nueva, nacional y popular.